Adelantábamos hace unos días en nuestro Facebook que algunos nos íbamos con la Escuela Viajera Santiago Uno a rodar por Europa en autobús litera para conocer otras realidades y resonar ante el mundo… además de para buscar inspiración… pues bien, la magia se hizo presente ayer en una Mostar (Bosnia y Herzegovina) en la que aún se pueden apreciar heridas de guerra.
Salimos anocheciendo con la idea de ver iluminado el Puente Viejo (Stari Most) de la ciudad, por cierto precioso en su tranquilidad, nada que ver con el bullicio que soporta durante el día, con una guitarra de la mano y ganas de tener un buen rato, que no fue bueno sino maravilloso.
Cantamos, reímos, bailamos e hicimos amistades internacionales, congregando a todo el que por allí pasaba aunque en un primer momento nos mirasen con vergüenza y recelo; salvada la barrera idiomática, pudo más la fuerza de las emociones, de lo que transmite la música y al final, conga gigante incluida, lo difícil fue la despedida de una velada improvisada e inolvidable.
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